Por el sur
Dicen, allá por el sur,
que, tras pasar buena noche,
no se puede tener buen día.
Y no sé si será cierto,
pero hoy no tengo más que un par de páginas en blanco,
y unas cuantas palabras inservibles
que quizá me apetezca escribir.
Aunque todo fuera tan fácil,
seguiré pensando que me acostumbré
a tus besos, a nuestras risas y
a cultivar juntos nuestros sueños:
mis poderes no me sirven,
no logro adivinar tus pensamientos.
Sólo hay versos insoportables,
necios, torpes y vulgares,
en la punta de mi pluma.
Aún recuerdo ciertas noches,
de un tú y yo ambiguo y pasajero,
pero un yo realizado, cien por cien amoldado
y reflejado en tu espejo.
La suerte de no poder controlar mi pensamiento
es, a la vez, no olvidarte de noche y
perderte en el olvido cada día.
Sentir miedo ambivalente,
no es cualquier tipo de pánico:
es no atreverse a tenerte para siempre
y angustiarme pensando que algún día
puedes olvidarte de mí.
Así va pasando el tiempo,
sin entender lo que escribo,
pensando en ti, en todos y en ninguno.
Sorteando días nefastos,
engullendo eternas noches de gloria.
Y por eso que el tiempo le pasa a cada cual en su reloj,
si no se sabe hablar con la magia,
haré que me comprendas a través de los sueños.
Por una eternidad, calculo, infinita,
te hablaré, parca en palabras, mientras duermes despierto.
Y dicen, allá por el sur,
que, tras pasar buena noche,
no se puede tener buen día.
Y no sé si será cierto,
pero hoy no tengo más que un par de páginas en blanco
y unas cuantas palabras inservibles,
que quizá me apetezca escribir.
que, tras pasar buena noche,
no se puede tener buen día.
Y no sé si será cierto,
pero hoy no tengo más que un par de páginas en blanco,
y unas cuantas palabras inservibles
que quizá me apetezca escribir.
Aunque todo fuera tan fácil,
seguiré pensando que me acostumbré
a tus besos, a nuestras risas y
a cultivar juntos nuestros sueños:
mis poderes no me sirven,
no logro adivinar tus pensamientos.
Sólo hay versos insoportables,
necios, torpes y vulgares,
en la punta de mi pluma.
Aún recuerdo ciertas noches,
de un tú y yo ambiguo y pasajero,
pero un yo realizado, cien por cien amoldado
y reflejado en tu espejo.
La suerte de no poder controlar mi pensamiento
es, a la vez, no olvidarte de noche y
perderte en el olvido cada día.
Sentir miedo ambivalente,
no es cualquier tipo de pánico:
es no atreverse a tenerte para siempre
y angustiarme pensando que algún día
puedes olvidarte de mí.
Así va pasando el tiempo,
sin entender lo que escribo,
pensando en ti, en todos y en ninguno.
Sorteando días nefastos,
engullendo eternas noches de gloria.
Y por eso que el tiempo le pasa a cada cual en su reloj,
si no se sabe hablar con la magia,
haré que me comprendas a través de los sueños.
Por una eternidad, calculo, infinita,
te hablaré, parca en palabras, mientras duermes despierto.
Y dicen, allá por el sur,
que, tras pasar buena noche,
no se puede tener buen día.
Y no sé si será cierto,
pero hoy no tengo más que un par de páginas en blanco
y unas cuantas palabras inservibles,
que quizá me apetezca escribir.
0 comentarios