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CANTICOS A FANTASMAS

Y más que nada es esta soledad infinita que no logra atravesar las paredes de mi jaula de cristal, construídas desde lo más profundo de la locura. Caminas pensando en ser uno más, ser uno de ellos y verte desde fuera enjaulada, para poder adivinar de algún modo en qué te has convertido. Saber quién eres o qué quieres es muy complicado, tanto que huyes cada vez que intentas preguntártelo. Y a la vez te ves sangrando y has perdido el miedo a morir, porque en tu burbuja no existe lo irreal y lo volátil. Sólo está lo que tienes y eso es nada. ¿Cómo sentir sin saber lo que es sentir? El cómo controlar tu sentimiento es un misterio, sea cual sea éste, tu destino en la cápsula es no ser. No ser nada; ni feliz, ni no feliz: las cosas que no existen no importan. Por eso quizá, cualquier resquicio de sentimiento que hueles te emociona tanto que lo elevas al máximo y te empapas de él, como si de él la vida dependiese. Y es que quizá, en la burbuja, si que depende. Porque se te olvida lo que es confidencial y arrojas cualquier suceso que altera tu atmósfera, evadiendo de este modo las emociones que pueda provocar. Malherida y sin sentido las respuestas no caben en tu ego y te limitas a observar desde el cristal. Queriendo dominar la profundidad de tu esfera recurres a un submundo creado en la frente, donde eres capaz de manejar tu dolor y sufrimiento, adquiriendo poderes infinitos sobre la persona que en tí habita. Y sin embargo también eres dueña de la sonrisa que te invade en las visitas al exterior. En este rostro de locura incalculable, explicado en pocas palabras, piensas qué será de tí cuando mueras. Lo único que se te ocurre es que volverás a la Tierra con los cánticos que los mortales dedican a los fantasmas mientras éstos les observan por detrás de los espejos. Volverás a la Tierra en forma de quinto sueño vagabundo de los que no dejan recuerdo.

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