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lashojasdelcalendario

Cómo gasto papeles recordándote

Entre claveles y rosas, su majestad es coja.

Por primera vez en un millón de años sólo me apetece estar sola. Sola, mirando la lluvia tempranera de febrero, escuchando a Silvio y pensando en cuánto papel malgastó recordándola.
Si una mira el teléfono con insistencia no consigue que llame, eso lo aseguro. Aún así, continúo golpeando mi mesa con la frente, intentando encontrar la respuesta. Me gustaría que viniese alguien, que entrara en la habitación sin llamar, y me dijera de una vez por todas qué está pasando o qué va a pasarme. Que yo me quedara boquiabierta por la revelación y que el tipo se alisara la corbata y la chaqueta y volviese a salir sin darme tiempo a agradecérselo.
Por primera vez en un millón de años me apetece caminar bajo la lluvia e ir al parque. Recordar que mi abuelo solía comprarme gusanitos para echárselos de comer a los patos del estanque. Pero en el fondo, me duele saber que comprobaría que ya no hay patos, ni abuelo y, por supuesto, él tampoco está.
Y es que ahora me da por recordar ciertas tardes. Cuando me llamaba rara por beber el café frío y cuando se reía de mi risa y cuando decía que le perdonara por decir tantas gilipolleces y yo le contestaba que “no importa”, porque en el fondo éramos dos gilipollas y no sólo uno.
Y me da por recordar sus abrazos y cuando me exigía mis besos y cuando se ponía de repente una mano detrás de la oreja y decía “¿lo escuchas?” y yo no escuchaba nada y él repetía “Frank Sinatra”. Entonces siempre comentaba después de eso “Qué cabrón, el Sinatra…” y yo me reía y él se reía de mi risa.
Aún así, ahora me da por agradecérselo, porque me siento en la obligación, porque para mí es el primero y el único, así que ahí va:
Gracias por hacerme sentir querida por primera vez, aunque no haya sido mucho tiempo, has hecho que al estar contigo dejara de desear volver atrás el calendario. Que dejara de tener miedo a pasear sola por Madrid, de confiar en la gente, de hablar en voz alta, de mirar a los ojos y de decir que me gustas. Gracias por haberme abandonado tan pronto, cuando todavía soy capaz de aguantar el dolor de no verte más y no me volveré loca mirando insistentemente el teléfono para que suene. Gracias por hacerme creer que, mientras te estaba entregando mis últimos resquicios de humildad, lo único que me faltaba por vender de mí misma, sentías lo mismo. Gracias por mentirme tan bien. Gracias por hacerme reir, por mirarme con ojos lascivos y subirme la autoestima a cada rato. Gracias por ayudarme a perder parte de todos mis miedos con tu sonrisa, por enseñarme un montón de cosas y por llevarme tantas veces en coche a Conde de Casal. Gracias por saber hablar caló, por tocar el piano, por mover las manos mientras sueñas y por echarme la manta por encima cuando me hacía la dormida.

Por todo eso, gracias y encantada de haberte conocido. Te voy a echar mucho de menos.

Esther.

2 comentarios

Capitán taparrabos -

Mona...
Nada de palabras.
Que sepas que te queremos, te queremos mucho, de verdad.

silvia -

jooooooooooo me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, pero mucho, mucho, mucho....... jejeje ademas tienes toda la razón, muchos muack nena!!!!